Acompañar de manera
imparcial en la búsqueda de la resolución de un conflicto entre dos partes a
través de un proceso dialogado, protagonizado por la voluntariedad y el
respeto, la asunción propia y compartida de responsabilidad y el compromiso.
La práctica diaria de los mediadores y los abogados es, sin embargo, muy
diferente al aura romántica y espiritual que a muchos de nosotros nos empujó a
entrar en el mundo de las ADR. Sin embargo, hay un punto en común manifiesto
entre ambos profesionales: los dos nacen para acompañar a las partes en la
resolución de su conflicto.
Los mediadores necesitamos del abogado antes, durante y después del
proceso. Y el abogado necesita conocer de la mediación y de la figura del
mediador para fortalecer su rol profesional estratégico.
Tal y como algunos autores han señalado, estamos asistiendo en España a la
aparición de una nueva generación de abogados que interpretan su profesión de
manera táctica, recordando los valores fundamentales por los que cualquier
persona emprende la ardua tarea de ejercer la abogacía: dar a su cliente el
mejor asesoramiento y orientación para resolver su problema.
Hablamos de aquellos juristas que, en base a los principios de confianza,
buena fe y secreto profesional, actúan como asesores estratégicos como
analistas jurídicos y consejeros, abriendo las opciones, buscando el menor
coste tanto económico como en tiempo para el cliente, proponiendo la mejor
opción para los intereses de la parte.
En la mayoría de los conflictos familiares, el abogado sigue siendo el
primer interlocutor al que las partes acuden. Su papel es y seguirá siendo fundamental
e imprescindible en el juicio, y lo es y ha de serlo en el proceso de
mediación.
En palabras de Pascual Ortuño*, la figura del abogado ha desempeñado un
papel central en el fortalecimiento del Estado de Derecho, siendo la plasmación
del derecho fundamental de acceso a la de la Justicia y a la defensa, vital
para la pacificación de conflictos. No obstante, se ha localizado una “litigiosidad
judicial impropia”, es decir, situaciones dónde no hay confrontación real de
posiciones jurídicas sino un mero desencuentro originado por la ausencia de
comunicación entre las partes.
Y es ahí donde el abogado extiende sus recursos como profesional. Analiza
el caso, los intereses, las opciones y le brinda al cliente el abanico de
posibilidades que pueden, conjuntamente, abordar.
La mediación es una de esas posibilidades, y el abogado la conoce, la
valora y la ofrece si lo cree oportuno. Porque el abogado no es un buen
mediador, quizás un profesional con un gran carácter conciliador y habilidades
negociadoras, pero no un mediador. Fundamentalmente por una razón: no es
imparcial ni neutral.
¿Qué hace el abogado ante un proceso de mediación? El abogado orienta en la
estrategia y establece como mejor opción abrir un proceso con un mediador,
acompaña en la elección del profesional, diseña con el cliente la estrategia,
asesora a su cliente sobre las opciones que se van trabajando respecto los
aspectos jurídicos sobre el caso, contrasta la validez de los posibles acuerdos
que puedan surgir del proceso de mediación a nivel jurídico, los transforma en
ejecutivos, vela por el cumplimiento de ellos,…
El mediador necesita de la participación y acompañamiento del abogado a
cada parte. Porque la voluntariedad inicial y constante que ha de protagonizar
el proceso de mediación ha de apuntalarse con razonamientos objetivos, con
argumentos de legitimidad, con “agentes de realidad”. Su función es la de
garantizar la comunicación entre las
partes, promover que afloren los puntos de común, releer e interpretar sus
necesidades reales y apartarles de las posiciones enrocadas, así como acompañar
en la construcción del compromiso de un futuro conjunto en aquello que deseen o
necesiten, con las mejores garantías de continuidad y con la satisfacción de
ver reflejado en ese acuerdo su interés de parte.
Mediador y abogado trabajan de manera colaborativa. Crecen juntos.
Solo así, ambos profesionales pueden dar forma al mandato deontológico de
procurar la mejor opción para conseguir la resolución del conflicto para el
cliente y satisfacción de sus intereses.
* Pascual Ortuño es Magistrado de la Sección 12ª de la Audiencia provincial de Barcelona,
especializada en materia de derecho de familia y de la persona, desde
junio 1997. Pionero en la defensa de la mediación como un mecanismo oportuno y deseable para determinados conflictos en el ámbito familiar.